El día de hoy iba a ser bastante fructífero. La organización italiana nos había preparado dos excursiones a las antiguas ciudades romanas de Ercolano y Pompeya.
Para ello, ese día tuvimos que madrugar mucho porque nos esperaban casi dos horas de trayecto. Junto con nosotros viajaban también el grupo de ingleses e italianos, acompañados de los profesores respectivos de cada país.
Podemos decir que tanto una ciudad como la otra nos asombraron gratamente ya que ninguno de nosotros esperábamos encontrar todo lo que allí vimos. Ambas fueron zonas donde el Vesubio dejó sus huellas tras su irrupción en el año 79 d.C
Ercolano, la villa marina donde algunas de las familias más adineradas de ciudadanos romanos pasaban sus vacaciones de verano, situada en la provincia de Nápoles, nos asombró gratamente, ya que pudimos observar diferentes estancias, villas, e incluso los restos de una tienda donde , en su época de esplendor, se daba el servicio de lavado y planchado de vestimentas. Se trata de un lugar declarado por la Unesco, patrimonio de la Humanidad desde 1997.
A continuación, nos dirigimos a la conocida ciudad de Pompeya. Esta, también fue arrasada por el Vesubio, y en su visita, pudimos recorrer toda su extensión sin evitar el sentirnos conmocionados al ver los moldes de las víctimas del volcán. Hasta hace poco se pensaba que estos moldes representaban la agonía de los pompeyanos al morir por asfixia, pero se sabe que el motivo de su muerte fue distinta: murieron abrasados al instante.
Durante esta recorrido visitamos algunos templos, el foro, las termas así como algunas casas lujosas decoradas con frescos y mosaicos. Pudimos observar también figuras de algunos cuerpos que fueron encontrados bajo las cenizas. Queremos mencionar como curiosidad los enormes pasos de cebra de piedra que se usaban en aquella época, para que los ciudadanos pudiesen cruzar la calzada sin mancharse los pies, ya que por ella había bastante suciedad.
Finalmente, terminamos nuestra excursión visitando la actual basilica de la ciudad actual de Pompeya. Una auténtica joya de arquitectura. En su interior nuevamente fuimos testigos de la elaboración del Belén.
Nuestro día llegaba a su fin, sobre las nueve de la noche llegábamos a Montesacrio, donde cada uno con sus familias regresamos a nuestras casas.
El día de hoy había sido altamente emocionante y sólo nos quedaba disfrutar de una buena cena napolitana.